Outsourcing our brains

Cientos de años y decenas de revoluciones han sido necesarias para conquistar el derecho a pensar libremente. Dado el espíritu gregario del ser humano y la necesidad de una organización grupal para la supervivencia, las comunidades de todo tiempo han diferenciado  dos tipos de individuos: gobernados y gobernantes; los primeros más dispuestos a seguir caminos ya trazados y los segundos con capacidad para trazar el destino a corto, mediano o largo plazo de familias, clanes y pueblos enteros. Dado la inherente necesidad del ser humano de auto-complacerse, entre aquellos de perfil dirigente ha surgido una subclase manipuladora, que no busca el bien público sino, únicamente, su propio beneficio. Grupos sociales se han levantado en contra de esta situación a lo largo de la historia y se ha logrado a un gran precio obtener, hasta cierto punto, el poder de decidir el destino de cada cual de acuerdo a sus propias motivaciones y deseos: el derecho a pensar, racionalizar y criticar. Hace unos meses en Las Vegas, en medio de un congreso de una gran compañía internacional de producción de software, su CEO manifestaba con regocijo que el próximo paso en el desarrollo de la sociedad era el brain outsorcing, que traduce literalmente subcontratación de cerebros. Sin embargo, en un sentido más profundo, el sentido que durante hora y media se explicó fue como en un futuro ellos esperaban que las personas encontraran innecesario pensar en ciertas cosas de su vida y dejaran que otros lo hicieran por ellos. ¿Será que ya estamos a medio camino de ese proceso y aún no lo hemos percibido?