La idea general que en el mundo se tiene de Jamaica es la de un sitio lleno de baile, diversión y noches de reggae interminables pasadas, en ocasiones, por aspiraciones profundas de marihuana, con el objetivo de elevar las mentes de los rastamanes a sitios donde pueden encontrarse con aquel ancestro común de Etiopía al que aún continúan viendo reflejado en el soberano de aquella nación llevada durante la última centuria a extremos de pobreza que todo el mundo conoce. Aunque algunos de estos mitos urbanos tienen parte de verdad, la realidad es muy distinta en la isla del verde, el amarillo y el negro. ¿Será que el mito es más fuerte que la realidad en la imagen promocional de Jamaica o será sólo la percepción de un viajero ausente de la rumba tropical, atrapado en el corazón de su capital?